Sobre el origen de esta noble bebida que tanto nos apasiona a muchos se dice bastante. Se discute en dónde se encontró por primera vez, a manos de quién, pero lo que sí está claro es que ha acompañado la evolución de la humanidad, ya que hay hallazgos desde la etapa prehistórica de fósiles de semillas y rastros de uvas fermentadas en vasijas de piedra, entre otros.
A mí me gusta creer en esta versión, pues es una historia de amor y protagonizada por una mujer, así que esta es la que siempre cuento en mis presentaciones.
Cuenta la leyenda que, en Persia, en el año 4000 a.c. gobernaba el rey Djemchid. Él era un fanático de la agricultura y uno de los cultivos que más apreciaba era el de la vid. Tanto le gustaba la uva que un día, en plena cosecha, hizo recoger las uvas y guardarlas en los depósitos del palacio en el sótano, de modo que pudiera comerlas a su complacencia.
Con los días, las uvas comenzaron a romperse y fermentarse, despidiendo dióxido de carbono. Sin saber lo que sucedía a lo interno de las ánforas, los guardias y esclavos entraban en el sótano para sacar las uvas y comenzaron a morir a causa del tóxico gas. Por lo tanto, se comenzó a esparcir el rumor de que el rey guardaba una poción venenosa en su palacio.
Un día, una de las concubinas del rey, dolida y acongojada porque ya no gozaba de sus favores y prácticamente era ignorada por él, decidió que ya no tenía sentido su vida. Por lo tanto, decidió que ya no valía le pena seguir viviendo. Y como le asustaban las alturas, no quiso hacerlo lanzándose desde la torre del palacio ni metiéndose un cuchillo, esto era demasiado violento para ella que era tan delicada. Así que una noche se escabulló al sótano para robar un poco de aquel brebaje que el rey cuidaba con tanto celo, esperando cumplir con su propósito.
Pero cuál fue su sorpresa cuando en lugar de encontrar la muerte, se vio de repente llena de vida y de alegría, tanto que se llenó de fuerza y coraje para ir a presentarse en los aposentos del rey. Cuando el rey Djemchid la vio toda desinhibida y risueña, cantando y bailando para él, le preguntó qué era lo que había sucedido, así que ella le explicó y bajaron ambos al sótano para que el rey también lo probara. Quedaron encantados y esa noche sellaron su amor eterno. Ella se convirtió en la favorita del rey y él declaró que esa magnífica bebida se llamaría “Darou é Shah”; el remedio del rey. Palabra que después derivó en Shiraz, una de las variedades de uva más cultivadas de la zona y procedente de la antigua Persia.
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